Un inesperado cambio de vida
- Giuseppe Badaracco
- 2 sept 2016
- 5 Min. de lectura
Hola a todos! Mis queridos lectores, he vuelto luego seis meses de ausencia. Muchos se preguntarán por qué estuve tanto tiempo lejos. Pues bien, a las presentaciones de mi primera novela fui sumando el estudio del posgrado que actualmente estoy cursando, y la escritura del nuevo libro, pues ¿no eran ustedes mismos quienes me reclamaban mediante las redes sociales el tomo 2 de la saga? Pues les tengo una buena noticia... en pocos días más comenzarán a disfrutarla en el mar naranja (Wattpad) y a fin de año posiblemente lo tengan impreso y sea el regalo que encuentren al pie del arbolito.
Fiel a mi estilo, les dejaré ahora un anticipo... Les cuento que la primera parte está ambientada en Formosa, luego hay un viaje a la costa atlántica y luego... bueno, no haré spoiler con mi propio libro, así que mejor léanlo y vótenlo en Wattpad o recomiéndenlo en las redes.
Ahora sí, unos párrafos del capítulo 1 para ir matando la ansiedad y preparando el clima para lo que se viene en pocos días. Espero, como siempre, encontrarlos por acá, por Wattpad y por mis redes sociales. Gracias, de corazón, por estar.

No esperaba quererte de esta forma - Autor: Giuseppe Badaracco - 2016-2017 - Disponible en Amazon
Capítulo 1: Un inesperado cambio de vida.
Veintinueve grados centígrados acusaba esa mañana el termómetro y eran apenas las once menos cuarto de un lejano once de agosto en la cálida ciudad de Formosa, en el extremo Norte de Argentina, lindante con la República del Paraguay. La marea humana comenzó a desfilar por los pasillos laterales del pequeño pero moderno aeropuerto de cabotaje, y era fácil distinguir lugareños de forasteros. Los últimos no paraban de quejarse del enorme calor, tan diferente a las mañanas invernales de Buenos Aires, de donde había partido el vuelo 2776 de Aerolíneas Argentinas que, previa escala en Concordia, depositaba a Igal en aquel suelo tórrido y pegajosamente húmedo, al que tendría que acostumbrarse.
Luego de un arduo ajetreo para hacerse de su equipaje, pudo por fin salir del predio del aeropuerto y corroborar que no tenía señal en su teléfono celular. No había modo de comunicarse de momento con Luciano pues el joven no había ido a esperarlo, algo que Igal ya sabía que sucedería pues los lunes eran días de notificaciones en todos los juzgados y el muchacho, aunque escribano de profesión, hacía las veces de secretario jurídico de un conocido bufete de aquella capital.
Imposible imaginar la cantidad de estremecimientos que Igal sentía en esos instantes. Tantas emociones encontradas contenían su corazón y su mente, que lo menos que podía hacer era quejarse por el agobiante calor. Recién cuando el taxista que habría de transportarlo al centro de esa urbe le consulta si se sentía cómodo con aquel suéter y una abrigada campera de cuero, puede por un instante razonar y ubicarse en tiempo y espacio. Ya no estaba en su cómoda Concordia, atrás quedaron su hija y su ex mujer. Ya no volvería a vivir en los palmares, sería cuestión de acostumbrarse a usar camisas de mangas cortas incluso en pleno agosto. El sol parecía ser el mismo del inicio del verano entrerriano. ¿Sería siempre así o apenas era una casualidad? Pero Igal ya no creía más en casualidades. Y sí, estaba mucho más al Norte de lo que había imaginado para su vida pero no había vuelta atrás.
—A recomenzar se ha dicho. Acá estamos. ¡Qué calorcito hace por acá!
—Bienvenido a la ciudad de Formosa, buen hombre —dijo el conductor del vehículo al tiempo que acomodaba el bagaje de Igal en el baúl del viejo taxi—. A juzgar por la cantidad de maletas piensa el amigo quedarse un buen tiempo por estos lares, ¿no es cierto?
—Pues ha advertido bien, buen hombre —respondía un ahora acalorado Igal—. Y como las cosas funcionen tal lo previsto, está usted frente a un formoseño más, pues la idea es radicarme definitivamente en estos pagos.
—Pues que sea con fortuna y felicidad —dijo el taxista mostrándose interesado en comenzar un largo diálogo—. ¿A qué se dedica usted, y cómo fue que se le ocurrió radicarse acá?
—Me formé en psicología y pienso habilitar mi consultorio, estuve trabajando un tiempo en Buenos Aires y allá me hice amigo de un escribano que vive por acá. La vida me ha jugado algunas pasadas y se me ocurrió que era tiempo de aceptar la propuesta de venirme más al Norte. Necesito un cambio de aires y recomenzar.
—¿Recomenzar dice? ¿Acaso una muchacha le ha dado vueltas la suerte?
—Cosas del corazón, mi estimado. Siempre hay una mujer detrás de cada problema de un hombre, ¿no le parece? Mi suerte viene virada últimamente.
—¿Y no hay modo de solucionar?
—Ojalá lo hubiera. No por ella, precisamente, que estoy seguro de que ese ciclo ya se cumplió. Pero hay una hija de por medio, una bella princesita que no tiene la culpa del padre que le ha tocado en suerte y que por cosas de los adultos, ya no me permiten ver, al menos de momento. Tampoco quiero que mi hija sea motivo de una disputa legal. Así que he decidido darle tiempo a su madre para que reflexione y, en una de esas, quizá podamos entendernos más adelante.
—¡Qué difícil situación! Créame que lo entiendo —decía el hombre conversador al tiempo que movía la cabeza de un lado al otro mostrándose un poco compungido—. ¿Y cómo se llama la muñequita?
—Anush… se llama Anush, y apenas tiene cuatro años recién cumplidos.
—Pues espero que todo se solucione pronto, caballero, es triste la situación para ambos —y quizá percibiendo que había ingresado en un territorio demasiado íntimo, súbitamente decidió poner punto final al diálogo, algo que Igal agradecería pues no estaba con ganas de psicoanalizarse en ese taxi—. Si no le molesta voy a encender la radio para escuchar las noticias, tenemos un largo trecho hasta el centro y quizá el amigo quiera dormitar… yo le aviso cuando llegamos.
Buscaba inútilmente entre todas las señales alguna que emita un noticiero argentino. Todas las frecuencias que se sintonizaban eran paraguayas. Entonces, decidió dejar el dial fijo en una emisora en la que se escuchaba cantar a Soledad:
Cuando apareces, desaparece todo lo que me daña y me parece que las palabras, llegan sin preguntar. Este camino no tiene final, llévame adonde vayas. Adonde vayas, donde te quedes, ahí quiero estar. Adonde vayas.
La canción de La Sole sumergió a Igal en alguna clase de recuerdos. Lo supo inmediatamente el taxista al verlo por el espejo retrovisor. Por eso decidió quedarse en silencio el resto del viaje, aunque en varias ocasiones estuvo tentado de volver con su arsenal de preguntas sobre un fastidiado y melancólico psicólogo que quién sabe cuántas cuitas tendría para estar allí, en una ciudad desconocida donde apenas parecía tener un amigo, debiendo adaptarse a un clima tan diferente al de su lugar de origen y con ansias de recomenzar.
Igal entrecerró los ojos y se dejó llevar por la letra de la canción. La acompañaba en silencio pronunciando palabra por palabra sus estrofas.
Adonde vayas, donde te quedes, ahí quiero estar.
Y en su evocación, de repente lo vio aparecer a Martín, y con él, todos los dolores de haberse descubierto homosexual luego de estar viviendo en pareja con Marlene y a poco de enterarse de que iban a ser padres.
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Y por aquí nos quedamos. En breve retomamos nuestros encuentros semanales wattpadianos para vivir los momentos que propone "No esperaba quererte de esta forma". Gracias por la compañía, saludos!
Giuseppe.
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